domingo, 5 de noviembre de 2006

Pesadilla en El Dentist



Antes de que alguien piense que el titulo es propio de un gilipollas, cosa que no voy a rebatir, quiero aclarar que está basado en la película de Freddy Krueger, Pesadilla en Elm Street. Es que estoy de un gracioso...



Estoy siendo brutalmente torturado.

Me han puesto un aparato en los dientes, de los de brackets. Todo empezó un maravilloso día en el que me acerqué a la consulta del dentista, para que me miraran unas caries que posiblemente tenía. Nadie me advirtió de lo que allí me esperaba. “Solo lo puede solucionar una ortodoncia, o si no es muy posible que pierdas los dientes en un futuro próximo”. Estas fueron sus palabras, tan bienvenidas como una patada en los huevos.

Y por fin llegó el día. Después de un verano vacilando con los amigos, convenciéndome de lo bien que lo iba a llevar y haciendo chistes sobre el futuro incierto de mi vida sexual. La mañana fue tranquila, pero según me acercaba a la consulta, mi sentido arácnido me avisaba con cada vez más intensidad retorciéndome las tripas. Llegaba el momento de afrontar los hechos. En el mismo portal, un grupo de payasos (profesionales) andaban por allí ejerciendo su profesión. Se dedicaban a repartir información de una feria gastronómica, dándole el toque de Fofito. Me disponía a entra en el portal, cuando sentí como alguien llamaba mi atención tocando mi hombro izquierdo. Giré levemente la cabeza, lo justo para percatarme de como la sombra se trasladaba a mi lado derecho. Entonces la vi, una payasa se descojonó de mi, imitando claramente a una hiena, mientras me apuntaba con su índice. “Vete a tomar por culo” fue lo que pensé, sin embargo le sonreí amablemente mientras recogía su folleto.

Ya en la consulta, cara a cara con la ortodoncista, la miré a los ojos y le dije “no tengo miedo a los dentistas” mientras alzaba un puño en alto con clara intención amenazadora. Ella me dijo que era por mi bien, yo me cagué en mi bien, y finalmente me senté. Con una clara intención de esterilizarme indirectamente (quería que no pudiera procrear), empezó la función. Me colocó una arandela de goma a cada lado de las penúltimas muelas superiores. Un chicle permanente. Pero no, a la mañana siguiente noté como algo dentro de mi había cambiado. Esas gomitas habían desplazado un poco mis dientes, para hacer sitio a la abrazadera que agarrarían esas muelas.

Llegó el día siguiente, y el final de la larga espera. Me senté y me arrancó las gomas. Tan solo acababa de empezar. Por ahora solo me iba a poner los de la parte superior. Comenzó a colocarme las piezas en las muelas, con gran destreza y habilidad, comparable a la de un fontanero uniendo cañerías, a martillazos. Así de claro. “Qué tienes las muelas muy juntas y no encaja bien”. ¿De verdad?, entonces, ¿es dolor lo que siento? Ella me aclaró que sí, y dijo que había pasado lo peor. Y con las dudas resueltas y las hierracos colocados prosiguió con la faena. Me colocó un plástico alrededor de los labios para poder trabajar mejor en mis dientes, y de paso, reírse de mi. Luego comenzó a echarme pegamento en los dientes, como si de pintar uñas se tratara. Encima de lo que me echó me marcó con un lápiz. Qué gracia, mis dientes siguen pintados y no se quitan. Yo es que me parto. Me pegó los brackets y, pasado un ratito, me los unió con el cablecito cabrón. Ese adjetivo se lo ha ganado por la sensación que me está produciendo actualmente.

Los aparatos fijos son muy curiosos, para el que no lo sepa, el alambre hace que los dientes roten hasta colocarse en la posición adecuada, creo que no abren la arcada ni nada, si acaso empujan los dientes que sobresalen y tiran de los escondidos para alinearlos. Y no solo eso, sino que pueden tirar del diente para sacarlo de la raíz, y conseguir que queden de tal forma que si apoyaras una superficie plana en la dentadura, tocaría a todos los dientes. Aprovechando esto, hace tiempo me casqué una paleta ligeramente mordiendo un tenedor (no lo hagáis en casa niños), y me la van a sacar un poco para luego tallarla.

En un principio, el dentista me dijo que el tratamiento duraría unos dos años. Como en esta profesión son muy mentirosos, yo calculé tres. La ortodoncista me dijo que sería un año, así que me puse a echar mis cálculos, teniendo en cuenta las probabilidades de engaño y la poca gracia que me haría que el tratamiento se prolongara más de lo previsto, calculé que finalmente los hierros durarán tres años en mi boca.

Ya en casa, superado el primer impacto visual, la cosa empezó a ponerse algo más chunga. Me empezó a doler la dentadura como su puta madre. Hace unos años me puse un pendiente en la lengua, el dolor fue insoportable, pero aguanté como un campeón. Esto de los dientes no lo hago por gusto, lo que limita bastante mi capacidad de aguante. El dolor dental no es ni la sombra de el que me produjo el pendiente, pero es un tipo de dolor muy molesto, se te mete en la cabeza, como si te retorcieran las pelotas. Y para comer ya es un puto arcoiris de color; qué gusto.

Pues nada, mañana empezará mi vida social con monorraíl. Ya no podré explotar mi sonrisa como atracción sexual, pero afortunadamente, tengo la manga repleta de ases; llegó la hora de sacarlos.

Me voy a la cama, a ver si consigo dormirme con el puto potro de tortura bucal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajajajaja, todo esto me trae viejos recuerdos... porque yo también tuve aparato!! Tengo que reconocer que mi maravillosa sonrisa no es así desde siempre. Pero bueno, nadie es perfecto, ni siquiera tú, primo.
Una cosa si que te tengo que decir: Eres un poco exagerao!! Te digo yo que en cuanto lleves unas cuántas revisiones y te dejen escoger el color de las gomitas y el sabor del flúor te sentirás el rey del mundo y te acabará gustando ir al dentista (te lo juro, que a mi me pasó). Mi dentista fue bueno y cumplió los plazos, pues al fin y al cabo no le conviene cabrear a la persona que contribuye a su forramiento, y a comprarse el chalet en la playa, y el yate para el verano en Mallorca...
Además, tu sabes la experiencia tántrica que experimentarás el día que te quiten el aparato? Espera y verás...
Y es que todo lo ves negativo. Tu sabes lo muchísimo que incrementará tu actividad sexual cuando te desprendas del monorail??!! Weno weno, tendrás que recordarme que somos primos porque si no... Y piensa que si te va mal en la carrera esa chunga que te has cogido siempre te quedará la posibilidad de dedicarte a los anuncios de Licor del Polo, que me han dicho que los pagan bien.
¿Ves como la vida sigue siendo realmente bonita a pesar de las trabas?

Besotes sabor cerebro!!

MUUUUUACKS

p.d. Todo lo arriba expuesto es mentira. El flúor sabía mal aunque me dejaran escoger el sabor, me pasaba el día sacándome paluegos del aparato y mi vida sexual no aumentó nada de nada. Pero yo tengo que darte ánimos, porque sabes que te quiero. Norunoooooo