viernes, 20 de abril de 2007

¡Ole las flores!

Ya estamos casi en mayo, y te das cuenta de que de un tiempo a esta parte están ocurriendo cosas diferentes, las cosas diferentes que ocurren todos los años por estas fechas: Las chicas se destapan.

Llegas a las ocho de la mañana con algo de fresquito, con una chaqueta aún abrochada, y la ves venir con media pechuga al descubierto. Con la aproximación, te das cuenta de que tiene piel de gallina, pero ya puedes cansarte de preguntarle si tiene frío, que te dirá que no aunque la mates. Debido a esto, ellas vienen calientes por la mañana, y tú acabas con el abrigo en la mano y remangado antes del medio día. Los días ahora son más animados, las conversaciones alternan frases, carcajadas, y miradas de soslayo a pantalones vaqueros en la misma proporción. Aunque hay alguno que sigue empeñado en darte el resultado de la integral de la pizarra antes que el profesor, la atención general está puesta en otro tipo de superficies curvas. No hace falta conocer al otro para poder comentar con él las virtudes que el calor saca a la superficie. Las calles se llenan de color y fantasía, el chute de hormonas es tal que casi te hace oír la luz del sol.

La cosa pasa a mayores cuando particularmente te fijas en alguna especialmente. Debe ser que el polen se te mete en el cerebro. Cuanta la leyenda que si a ella se le mete polen en su cerebro a la vez que a ti mientras os estáis mirando, la cosa pone en alerta a los lactobacilos de ambos organismos anulando todo sentido común.

Mientras unos se pasan el día de puntillas y mirando por encima del hombro a las chavalitas, otros se lo pasan con cara de bobo imaginando a una sola. En esta época del año es cuando más parejas se unen. Tanto es así, que muchas parejas se separan para poder unirse con otros individuos, y así ampliar el pasteloso radio de acción. Todos sabemos que no hay nada como arrimarse a una pareja recientemente formada para poder sentir una arcada de magnitudes muy superiores a las producidas por un estercolero. Frases como "te quiero" se repiten una y otra vez, las manos se equivocan de pantalones al buscar un bolsillo, y las caras denotan un descenso del coeficiente intelectual. Todo esto produce el efecto "caramelizaron cerebral"

A continuación, veremos una típica pero elaborada conversación primaveral:

- Te quiero -
- No, yo te quiero -
- Yo te quiero más -
- No, yo más -
- No, yo -
- Yo sí que te quiero -
- Pues yo te quiero con locura -
- Yo sí que te quiero con locura -

Si estás infectado, querrás que dure para siempre. Si no lo estás, querrás contener la epidemia, y exterminar a cualquier portador.

Por otro lado también se podría comentar el caso del amor no correspondido... pero carezco de experiencia en ese campo. Desde aquella época en que los anuncios de cremas para acné empezaron a dejar de causarme indiferencia no me enamoro mucho, y menos de quien no lo hace de mí. También podría ser que soy irresistible y de mí se enamoran todas... Bueno, ya me he hecho el malo, ya estoy tranquilo. La verdad es que esto es lo lógico, ¿cómo vas a enamorarte de una persona que te ignora? Podría ser que te vieran como un amigo... ¿y tú eres tan tonto de seguir detrás de ella?

Entonces hemos concretado las dos opciones importantes. Como a diario dicen en Saber Vivir, lo primero es la salud, aunque hay personas que consiguen engañarte de tal forma que no te importaría permanecer en cama eternamente con ellas. Porque estar enfermo duele, y en este caso la naturaleza es tonta. Cuando empiezan a aparecer los síntomas (que solo perciben los que te rodean) el cuerpo arremete con elevados chutes de endorfina, haciéndote creer que vives en la casa de chocolate, junto al edificio de piruletas, en el país de las gominolas. Así da gusto estar enfermo, no te jode. Lo malo viene después. Como te hagan daño las pasarás putas, pues tu cuerpo está seco de endorfina, y te tocará contarle las penas al amigo Jack Dainiel's.

Y así pinta la cosa. Puedes pasarte el día mirando desde la barrera, o puedes entrar a torear. Desde la barrera te lo pasarás de puta madre, verás lo bonito y no te pasará nada. Pero la experiencia de torear es algo sublime, una experiencia exquisita, aunque como te coja te vas a cagar. Yo por mi parte tengo el toro por los cuernos, y soy más feliz que en la vida.

P.S. No me gustan el toreo ni el maltrato gratuito a animales.

P.S.2 El título del artículo hace referencia al siguiente chiste:
Esto es una que va y le dicen:
- ¡Ole las flores! -
- Olerá tu madre, hijo de puta -

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